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EL MEJOR EQUIPO DEL MUNDO · HISTORIAS DEL ATHLETIC CLUB 

EL MEJOR EQUIPO DEL MUNDO · HISTORIAS DEL ATHLETIC CLUB 
Ikeder
Una de mis preocupaciones como padre bilbaíno residente en Madrid es que mis tres hijas sientan al Athletic Club y a Bilbao como yo lo he sentido siemñpre. Tenía claro que no iba a ser fácil, creciendo entre tanto gol de Cristiano, tanta arenga de Simeone, tanta Champions y con La Cibeles al lado.

Así que me puse firme con todos los pasos del protocolo: ver los partiñdos juntos, camiseta personalizada para el cumpleaños, recordad siempre que hemos ganado ocho Ligas y un montón de Copas, algún sobre de croñmos, eternas promesas sin fecha de “vamos a ir un día a San Mamés y vais a alucinar”, visita al hotel de concentración cuando el Athletic juega en Mañdrid, una foto con Mikel San José… Todo iba bien, yo sentía que la filosofía iba calando como el sirimiri, hasta que un día se encendieron las alarmas.
Aitana, la mayor de siete años, llegó triste del colegio. Uno de 4º de Priñmaria le había dicho que el Athletic era una… bueno, dejémoslo en que no era un buen equipo. Se puso a llorar contra el sofá, medio enrabietada, quiñzás avergonzada, dudando de todo lo que yo le había contado, mientras su madre sentenciaba: “De este tema te encargas tú”.
Me puse a buscar un libro bonito con dibujos y textos sencillos que, enñtre barcos de vapor y Geronimo Stilton, pudiera ayudarme a contarle quién fue Zarra, qué es la Gabarra, por qué algunos equipos llevan flores al busto de “Pichichi”… y todas esas cosas que hacen del Athletic “el mejor equipo del mundo”, como tantas veces le había dicho sin pensar que un chaval poñdría hacer tambalearse sus ilusiones, como un gol en el minuto noventa. Y no lo encontré.
Así que empecé a apuntar en una nota del móvil nombres de jugadores, entrenadores, recuerdos y partidos que me habían marcado como hincha del Athletic y me puse a leer y a buscar información sobre ellos.
Recuper« los libros que tenía en casa, esos a los que nunca les había presñtado la debida atención. Compr« alguno más en la Plaza Nueva, incluso enñcontré en wallapop el de Enrique Terrachet. También descubrí que con un par de clicks podía llegar a la hemeroteca de “La Gaceta del Norte”, a los artículos que Alberto Bacigalupe publicaba en “Bilbao”, a los sputniks de
Múgica y a sus maravillosas crónicas. También a las de Jon Agiriano, a los artículos de Jon Rivas, Eduardo Rodrigálvarez, Alfredo Relaño, a las “Conñversaciones en La Catedral¤ de Santi Segurola, Patxo Unzueta y Manu Leñguineche, a los posts de Juan Carlos Latxaga. Fue como revisar los álbumes de fotos de la familia, con esa mezcla de ilusión y nostalgia. Fui guardando toda la información en una carpeta del ordenador sin saber muy bien qu« pasaría con eso mientras que, por otro lado, empezaba a asumir que descoñnocía muchas cosas del Club del que creía saberlo casi todo.
Un día fui a una charla donde uno de los ponentes proyect® una frase de Brian Chesky, uno de los co-fundadores de Airbnb. Decía esto:
“Empieza resolviendo tus propios problemas. Encuentra un problema en tu vida y crea una solución. Si tienes ese problema, es muy probable que otras personas también lo tengan.¤
En enero de 2015 le escribí un mensaje por twitter a Tomás Ondarra. Yo admiraba su obra y le conté que estaba pensando en escribir un libro para contarles a mis hijas cosas de la historia del Athletic y que, si le gustaba la idea, me encantaría que lo hiciéramos juntos. Me contestó con entusiasmo, quedamos en vernos, vivimos muy cerca, cualquier día de estos tomamos algo, estoy con lo de Patxi, el verano, la Navidad… Pues no, no nos vimos. Bueno sí, un par de veces de casualidad, desde el coche: “¡Eh Tomás, que soy Carlos, el del mail…!¤ “Sí, sí, esta semana te llamo. Sí, sí, agur”.
Un año después, le mand« un correo, pensando que sería bueno celebrar que llevábamos un año intentando quedar a tomar una cerveza. Por fin nos la tomamos. Nos contamos nuestras vidas como se la cuentan dos desconocidos que parecen conocerse desde siempre y llevan tiempo sin verse. Hablamos de Bilbao, del Athletic y del libro, compartiendo ideas con la ilusión de dos deñbutantes y me dijo: escribe tres historias y yo hago tres dibujos.
Al llegar a casa me escribió un mensaje:
“Un placer Carlos. Nos vemos en breve. Un abrazo.
Esas tres preciosidades merecen tener el libro del Athletic, así que a por ello.¤
Después de ese llegaron cientos de mensajes más, llamadas, mails… noñches que se eternizaban buscando información, una pista de un partido que servía para leer la crónica en un periódico de hace setenta años, con esa feñlicidadindescriptibledelqueencuentra algoque busca.Yderepente,llegaba un mensaje de Tomás con un “¡Vamoooooos!¤ y el boceto del siguiente diñbujo, que animaba a seguir media hora más.
Por el camino, ha sido divertido tratar de localizar a algunos de mis ídoñlos, incluso enviarles cartas de la manera tradicional, tan del Athletic, siemñpre con la ilusión de darle forma a algo que se nos pasó por la cabeza y no podíamos no hacerlo. Las cenas en nuestro txoko madrileño, El Pitaco, donñde nos poníamos al día y a partir del txuletón, sacábamos el interminable lisñtado, que se iba completando poco a poco, mientras surgían nuevos temas.
El resultado lo tienes delante y espero que te guste. Está escrito y dibuñjado con todo el cariño, respeto e ilusión. Si he fallado algún gol a puerta va-cía, vayan desde aquí mis disculpas a la grada.
Se lo quiero dedicar a la memoria de mi padre, Ismael, por los valores que me transmitió, por comprarme libros y por todos los partidos de fútbol que vimos juntos. A mi madre Yolanda, por su cariño constante y permañnente sonrisa; y a mis hermanos Eduardo y Enrique, por todas las buenas influencias que marcaron el camino.
A Eva, mi mujer, por entenderme y apoyarme siempre en el centro de la zaga. Y a mis pequeñas Aitana, Marina y Paula, por celebrar conmigo cada gol del Athletic, por la ilusión que tienen de ir conmigo a San Mamés y porñque juntos formamos “el mejor equipo del mundo”.